Volumen 4, Numero 103
31 de mayo de 2004

Reforma Agraria, 1965

por Jack Powelson

Estimados Amigos,

Covey Oliver, el Embajador de los Estados Unidos en Colombia, tuvo una excelente idea y me la explicó en el carro camino desde Bogotá hasta Girardot. Él había invitado a todos los grupos de Colombia que por lo general no se hablan entre sí - los campesinos, terratenientes, empleadores, párrocos, sindicatos, profesores y mujeres - a una conferencia a realizarse en un hotel de primera. "Este es el tipo de cosa que un Embajador de los Estados Unidos debe de hacer", explicó, y yo sería el primer orador.

El Embajador marcó lo que consideraba eran los problemas nacionales más importantes. En primer lugar en la lista se encontraba la tierra. Él me invitó porque yo había escrito un libro acerca de América Latina, en el cual la tenencia de la tierra era un tema importante. En Colombia, la tierra se mantenía dentro de grandes propiedades conocidas como haciendas, y los hacendados eran los dueños, quienes en realidad eran gobernadores. Los hacendados empleaban a los peones quienes a su vez eran poco más que esclavos. La mayoría de ellos no habían recibido educación y ni siquiera sabían que eran colombianos. Cuando se les preguntaba de donde eran ciudadanos, contestaban que "pertenezco a [nombre del hacendado]". Por lo general no podían salir de la hacienda sin permiso.

Yo era un gran defensor de la reforma agraria. Por lo tanto cuando di mi charla de apertura (en español) detallando lo que yo pensaba eran los problemas que afrontaba América Latina, comencé con la tierra. Señalé que en todas partes del mundo la agricultura a pequeña escala era mucho más productiva que la grande porque el pequeño agricultor le ponía más atención a su tierra, mientras que los grandes hacendados eran más descuidados. Esta no era únicamente mi idea, sino que provenía de investigaciones realizadas por la Organización de Alimentos y Agricultura (Food and Agriculture Organization, FAO) de las Naciones Unidas. En la Unión Soviética, las pequeñas granjas privadas que podían "poseer" los ciudadanos, producían en agregado, más que las amplias tierras en todas las haciendas colectivas. 

Ustedes podrán pensar que aquí en los EE.UU. tenemos grandes haciendas, pero éstas son pequeñas comparadas con las haciendas de América Latina. Una hacienda en Bolivia antes de la reforma, cortaba el país en dos, extendiéndose desde la frontera este hasta la frontera occidental. El Embajador de Bolivia en los Estados Unidos me dijo una vez (en Washington) que él no sabía adonde estaban los límites de su hacienda (otra, no la que acabo de mencionar) porque aún cuando vivía en la hacienda no había viajado tan lejos de su casa.

Durante mi presentación, no mencioné a Colombia, debido a que he decidido no hablar del país adonde estoy en ese momento. Sin embargo los hacendados colombianos entendieron que estaba hablando acerca de ellos.

Manuel Castellanos, el jefe del gremio de los hacendados, se encontraba en la audiencia. Cuando terminé con mi presentación concluí diciendo que esperaba haber planteado algunas preguntas que daban en qué pensar para los pequeños grupos de discusión que se reunirían después del almuerzo. Castellanos habló desde las últimas filas, "Ciertamente lo ha hecho!". Luego se reunió con los demás hacendados durante el almuerzo y después de eso dejó la conferencia, aún cuando todavía faltaba un día y medio más para que concluyera.

Han pasado treinta y nueve años después de ese evento y estoy hojeando algunos recortes de periódicos ya un tanto amarillos por el tiempo. Dentro de los dos días posteriores a mi partida hacia los Estados Unidos, los periódicos de las principales ciudades de Colombia tenían los encabezados que rezaban, "Un Funcionario Americano Propone Una Tesis Marxista para Colombia". El País (de Cali) escribió que "es inexplicable que un hombre tan calificado como el Profesor Powelson vendría a predicar doctrinas del tipo Marxista-Leninista…"

La Republica (Cali) imprimió el siguiente editorial: "De acuerdo con el Sr. Powelson, Castro tiene razón y los demás países de América Latina están girando fuera de órbita. [Nota: No había hecho ninguna mención de Castro.] Si este es el caso, nuestro gobierno debería de solucionar la crisis fiscal/económica expropiando todos los bienes, acciones y propiedades en manos de ciudadanos y empresas de los Estados Unidos. Si las haciendas en el área rural pueden ser expropiadas sin pagos compensatorios, no existe ninguna razón porque no pueda suceder lo mismo con las propiedades urbanas, bancos y bienes de capital. ... Estamos seguros que ni el Embajador, ni el Servicio de Información de los EE.UU. ni los ciudadanos de los Estados Unidos [comparten estas ideas]. El Embajador debería de quejarse ante la Universidad de Pittsburgh y que deberían de expulsar a Powelson de su profesorado. ... Si esto es lo que miles de estudiantes latino-americanos aprenderán en las universidades saxo-americanas (sic) sería mejor que fueran entrenados en Rusia…."

Otros periódicos reportaron el contenido de mi presentación de manera más exacta - no todos eran acusadores - y cuando envié una contestación a todos los periódicos, ellos la publicaron. Allí reiteré que no había mencionado a Colombia durante mi charla, y de que únicamente estaba presentando algunos conocimientos objetivos acerca de la productividad de los diferentes tamaños de haciendas a nivel mundial. La tierra fue un tema pequeño y mi charla también incluyó la inflación, desempleo, y la planificación económica. También hice hincapié en que la distribución de ingresos en los países más desarrollados era mucho más igualitaria que en los países de menor desarrollo (aún lo es, como muestran todas las estadísticas). Para los detalles, me referí a mi libro, Latin America: Its Economic and Social Revolution, (América Latina y su Revolución Económica y Social) (McGraw-Hill, 1955), el cual ha sido traducido al español.

Después de regresar a Pittsburgh, el Rector Litchfield me llamó a su oficina. Acababa de leer una carta para el editor del Miami Herald, que le había sido enviada de parte de la Gulf Oil Company, (Compañía Petrolera Gulf) un partidario financiero de la Universidad. La carta informaba lo siguiente: "Recientemente en Colombia, el Profesor  John P. Powelson de la Universidad de Pittsburgh ... se dirigió ante un seminario de agricultores. ... A continuación, lo que dijo el profesor: "Todas las tierras agrícolas... deberían de ser divididas en pequeñas parcelas y ser distribuidas a los campesinos sin tierras. … Cuando nuestro gobierno recomienda las tácticas de Fidel Castro, podemos culparlos de hacer negocios con él?". Gulf quería una explicación, porque de otra manera retirarían su apoyo.

Después de una breve conversación durante la cual le expliqué al Rector lo que en realidad había dicho, él le escribió a la Gulf Oil Company diciendo que "Powelson es un profesor independiente que puede decir lo que quiera. La Universidad no endosa ni niega su mensaje". Gulf aceptó la explicación y no retiró su apoyo. Dos años más tarde el Rector Litchfield y su esposa murieron en un accidente en avioneta privada cuando volaban sobre el Lago Erie. Los Estados Unidos perdió uno de los administradores universitarios más excelentes.

No fue sino años después de que comencé a sentir un poco de compasión por Manuel Castellanos y por el gremio de hacendados. En Kenia en 1972 comencé a pensar acerca de qué es lo que realmente causaba el desarrollo económico y sentí que la contestación debería de estar en la historia. Por lo tanto, antes de finalizar Centuries of Economic Endeavor, (Siglos de Esfuerzos Económicos) tuve que investigar otro libro, que luego se tituló The Story of Land: A World History of Land Tenure and Agrarian Reform, (La Historia de la Tierra: Una Historia Mundial de Tenencia de Tierra y Reformas Agrarias). Sin embargo cuando llegué a las reformas modernas de tierras, el libro ya era demasiado grande y tuve que escribir aún un tercer libro. Por lo tanto el Libro 3 tuvo que escribirse antes del Libro 2, que tuvo que ser escrito antes del Libro 1. Ahora los tres libros están publicados (en tapa dura y de tapa suave).

Para el Libro 3, invité a un estudiante graduado (Richard Stock) para que me ayudara a llevar a cabo la investigación en veintiséis países. Únicamente con dos excepciones (Taiwán y Kerala en India) es que estas reformas agrarias les causaron daño a los campesinos. El gobierno confiscó las tierras y si se las entregaba al campesino, les ponían restricciones muy severas sobre ellas (tales como que ellos estarían obligados a vender su producción al gobierno a precios bajos y comprar todos los insumos al gobierno a precios altos). En ese estire y encoge todas las ganancias iban para el gobierno. La tierra no le daba nada al campesino y por lo tanto, no tenía ningún valor. Mi opinión en Girardot se había basado en ideologías y compasión. Rápidamente descubrí que antes de hablar en cualquier parte debería de saber acerca de qué estoy hablando. Las políticas sobre el desarrollo económico no deberían estar basadas en la compasión únicamente. Un crítico con ideologías tan fuertes como las mías hizo recomendaciones de que el Libro 3 no fuera publicado — no por errores de hecho sino que la ideología preponderante era a favor de la reforma agraria. Sin embargo, siempre existen otras editoriales y finalmente el libro fue publicado bajo el título The Peasant Betrayed: Agriculture and Land Reform in the Third World. (El Campesino Traicionado: La Agricultura y Reformas Agrarias en el Tercer Mundo). Había aprendido mucho de toda esta experiencia.

Atentamente su amigo,

Jack Powelson

Traducido por Leonor M. Schoening, miembra de American Translators Association.


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